En estos últimos días asistimos al desdén con que muchos periodistas tratan a sus colegas de 6 7 8. El fin de semana Osvaldo Bazán y Gustavo Noriega ayer aprovecharon la trasmisión que hicieron del informe Pagni vs. YPF para denostar el programa por motivos que exceden a la difusión del video anónimo, salvando a María Julia Oliván, que debe ser muy buena mina.
Lo hicieron para pegarle por elevación en menor medida a Gvirtz y a Bauer (a quien Bazán llama Tristón, haciéndose el Verbitsky) y, obvio, a Cristina, mezclando cómo se usa el canal oficial con la reciente aprobación de
Curiosamente en la prensa no se valora este gesto de valentía.
6 7 8 es un espacio vital para quienes buscamos encontrar otra campana en el tratamiento audiovisual de los temas de coyuntura. Y por tanto -los números del rating así lo confirman- es un programa que más que bueno desde lo técnico es imprescindible desde lo conceptual.
Muchos periodistas que hacen del corporativismo un estilo de vida no levantan nunca el dedo contra ningún colega, por más barbaridades que digan, pero no soportan “el oficialismo”: se asombran de la manera en que el canal oficial, que es el de todos los argentinos, siempre aclaran, lee la realidad, de forma tan maniquea. Tan maniquea como maniqueos son los medios privados, por otra parte, como cualquier emprendimiento periodístico de nuestro país, a su vez. La pretendida objetividad que se le pide al canal público se da de bruces contra el sentido común, sustentado teóricamente en medio siglo de cientistas de la comunicación.
Lo que en realidad les molesta es que exista gente con ideología, capaz que porque ellos no pudieron sostenerla con su trayectoria, o porque no la tienen, no soportan a la gente que no vende sus principios a las empresas de medios que los contrata.
Porque yo periodista, ponele, estoy más de acuerdo con el gobierno que con la oposición, ¿por qué tengo que hablar mal del gobierno si considero que lo mejor que le puede pasar al país es que no haya un recambio partidario en la presidencia? ¿Quién dice que eso no es periodismo? Puede que no estés de acuerdo, pero respetalo. ¿Quién dice, como dice Fontevecchia, que el periodismo tiene que ser opositor al poder? Considerando además poder a un gobierno con escaso margen de acción contra las grandes empresas que la editorial Perfil además galardona con el premio Fortuna, como hicieron hace unos meses con Monsanto, nada menos.
Apoyar con sus ribetes a un gobierno constitucional es una decisión válida, primero ideológica y posteriormente periodística, que se puede hacer línea editorial si se cuenta con un productor talentoso e idóneo como Gvirtz y con periodistas serios y sólidos como Russo y Barone, el equilibrado Luciano Galende, el aporte pasional de Carla Czudnowsky, la más que correcta moderación de María Julia Oliván, y el humor apoteósico de Cabito.
Encontraron un nicho que las empresas que se dedican a la comunicación no querían explotar, alrededor del 30 por ciento afín al Gobierno. Nada menos. ¿Menos decís? Uno de cuatro argentinos, el 25 por ciento del share, ¿te parece poco?
Ninguno miente en 6 7 8, todo está claro, ahí no se habla mal del gobierno, porque es el gobierno el que les paga. Contrato de lectura, que le dicen. Tanto es así como obvia y no escrita es la verdad que ningún empleado de Crítica va a decir que Alberto Mata vació aerolíneas o intentará hacer una investigación a fondo sobre qué es Air Pampas y si es tan cierto que están preparados para volar ya.
Pero sí, vaya autoritarismo de los Kirchner, permite que Barone diga –más de una vez- no estoy de acuerdo con este informe, que Oliván relativice lo que opinan los columnistas cuando se ponen fanáticos, que Cabito desde el sentido común no sea un exégeta del kirchnernismo, todo lo contrario, o que Galende ponga paños fríos al muchas veces sanguíneo Barone, o a la misma Carla Czudnowsky.
En ese escenario es más probable que Barone, como ya pasó, diga que le parece exagerada la comparación que hizo Cristina entre los goles monopolizados por TyC Sports y las desapariciones de la dictadura, a que, por ejemplo, Bazán diga que está a favor de la ley de medios, cosa que no sucedió ni siquiera en la solicitada plural de los trabajadores de Crítica, que el diario (en el que trabaja) no publicó, y que él no firma, esperemos que al menos sea por convicción y no por interés.
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